Lunes de descanso

 Lunes de descanso


— Madre, recuerde que hoy yo estoy descansando.
— Pero si usted no trabaja ningún día — me dice ella.
— ¿Y quién dice que un hombre que no trabaja no puede también tener su día de descanso?
— ¿Pero descanso de qué?
— De la rutina de los días, hay que descansar de no hacer nada.
— Oigan a este.

Y era verdad, ella no podía creerlo porque fue criada por la abuela que las hacía levantar temprano (junto a sus hermanas) para ayudar a los quehaceres de la casa y luego continuar con otros oficios en el restaurante de la familia (cuando eso no existía la ley de las ocho horas), y parecían motorcitos trabajando. Ahora mi mamá estaba ahí escuchándome decir que me gusta mi día de descanso, el lunes, y desde siempre ha sido así, desde que estaba en la universidad, salía los viernes y volvía los martes a clases de nuevo, siempre me daba el día lunes para no hacer NADA, para no ir a estudiar, ni tampoco para ir a trabajar, es un día dedicado para sentir que se es libre en esta sociedad que nos condiciona desde niños y nos sumerge en su sistema adquisitivo, y uno ve a la gente, el día lunes, madrugando para hacer vueltas al centro, al parque, al Banco, a las tiendas, a las clínicas y hospitales, a los colegios y universidades.
El día lunes renace como un Sol de primavera agitando los espíritus y lo corazones, y se ven buses y gente pasar, todo el mundo de un lado para el otro, con su afán inesperado, adaptándose a este comenzar de nuevo; en cambio yo, un futuro espectro nadaísta, no hago NADA (y espero no hacerlo ningún otro día) entonces me dejo llevar por las horas que juegan con el ambiente, y pasa volando la música que se detiene en la hoja de un libro y se ríe de un poema de amor que escribí esta mañana de lunes, yo que creía que esos versos eran de mi riqueza, “trabaja”, me dice el tiempo, “claro que sí, lo haré, pero ya será mañana porque hoy es lunes” , le digo.

En ese momento me llama mi madre y me dice:

— Mijo, usted que hoy no tiene que hacer NADA, venga y me arregla la cocina para poder hacer almuerzo.
— Claro que sí, jefa —le digo a mi madre que está mirando la nevera, y detrás de ella va el perro por todos lados, y me pasa un delantal azul decorado con flores rosadas, de ella, me lo pongo y me voy a arreglar la cocina, feliz de mi día de descanso.



Texto: Diego Al. Gómez

Imagen: Pintura de Caspar David Friedrich,
"El caminante sobre el mar de nubes (1818)
(Tomada de internet)

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Diego Alexander Gómez

pimientaenchanclas@gmail.com

2024

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