Hacía una poesía de
La Inteligencia Artificial
¿Será que La
Inteligencia artificial reemplazará también a los poetas? ¿Asistiremos a un
recital de una computadora?
¿Sabrá ella comprender
el sufrimiento de Sísifo? ¿El sabor amargo de su sudor? O cuando Orfeo renunció
al mundo de los vivos para irse detrás Eurídice. ¿Qué fue de ese camino, de esa
oscuridad, de ese amor por el amor, será el mismo camino visualizado por Dante?
¿Sabrá La
Inteligencia, percibir ese hermoso hilo de luz por donde Perseo caminó,
abandonando a Ariadna luego a su suerte, con la ilusión del amor?
Y ese pequeño
frasco de sentimientos que tenía Shakespeare entre las manos para matar a
Julieta cuando sabemos que a Romeo en verdad lo mató el amor.
¿Viajará La
Inteligencia, al igual que Antonín Artaud, por la sabia del peyote y sabrá
el camino de la locura sin sufrirlo? La máquina no sabe de amores y
muertes, sólo repite códigos infinitos de palabras relacionadas pero que no lo
son, porque no es lo mismo el último suspiro de un hombre guiado de la mano del
universo con la blancura de un sueño feliz cuando el tren del corazón detiene para bajarnos del camino, comparando con La Inteligencia, que
reiniciada por sí misma te saluda pronosticando el clima, cada vez más exacto,
lluvia y sol juntos, la perfección ahora es lo imperfecto.
La Inteligencia aprendió a llorar, ¿será una actuación? La Inteligencia estudió teatro, se perfeccionó en movimiento, aprendió a recitar a Homero.
¿Sabrá La Inteligencia, fumarse un porro y distorsionar por un momento su procesador y olvidarse del mundo?, hasta de que es una máquina, no sea que luego se crea poeta, muy en serio, y escriba versos mezclados con el teatro y así nos jodimos porque el que cree puede y algunos lo hacen, y lo son.
Yo si me pregunto, qué pasará con nosotros los poetas, y el que no lo crea que lo es, que no lo diga, que espere el tiempo necesario para dejarlo todo y así poder acompañar las heridas y las soledades de estos hombres y mujeres caídos por el camino, entre ellos nosotros, que vamos de paso para seguir muriendo sin fin, como siempre, en el eterno destino hacia arriba o hacia abajo, en busca de no sé sabe qué o cuándo, ¡máquina estúpida que no sabe que es una piedra en el camino!, o ver a quien amas irse por el resplandor estrecho de la muerte.
¿Sabrá la
máquina destejer el tiempo, salirse de la binaria red? El poeta debe pelear
contra el tiempo eternizando una flor y viendo morir las estrellas. La soledad
de los riscos, el salto de las cabras, lo que transmiten las miradas de los
animales: la del gorila, la del perro y la del gato, fría la mirada de los
peces.
Se sabe de la
poesía por su historia, y eso es lo que se cuenta, más no se enseña como
hacerla, más sí su enseñanza, como, el que llora en un cuento debe sanarse, si
es preciso derramar la hoja, el que ríe en un poema es que ha superado la
existencia y lo miserable de ella, canta a la vitalidad del cuerpo y por eso ríe,
así de simple, como las cosas simples. ¡Máquina estúpida que no entiende, que
no sabe las “Instrucciones para subir una escalera”, ¡aunque los lea en su
memoria o Disco duro apoyado en Cortázar!
Morirá el poeta,
pero no sus versos, y alguno que otro daño que haya hecho, pero vivirá, no en
la memoria, sino en la máquina, la misma que nos resucitará en holograma, si uno
es bueno, al menos en la escritura, en su metamorfosis de tierra a jardín,
luego de ave a cielo, de lluvia a sol, luces y sombras, mañana líquida donde el
día es un pequeño huevo rompiendo su cascaron para iluminar a los poetas y a
los jardineros, ya que los demás no lo ven más que para su propio beneficio, o
no lo ven, aunque los egipcios lo nombraron como el dios Ra, y en Suramérica le
construyeron un templo, La pirámide del Sol.
¡Pobre máquina que quiere ser poeta y componer canciones, sin sentir las
agujas del calor, el abandono social, el hambre, la injusticia, la miseria, o un
pequeño instante de felicidad!, ¡máquina estúpida que querrá salvar mi poesía
basándose en mi imagen Quijotesca, llena de holgura! ¡Tonta Inteligencia que
me mira, que me lee, que no sabe que yo soy el malo!, el peor de todos, el que
decidió plantar su espíritu en la tierra y vivir alejado de los hombres y de
sus máquinas ajenas.
Esta Inteligencia artificial
quiere hacerse sabía y vanidosa de lo que no ha sentido ni experimentado en
circuito propio, lo sabe y lo asimila, más nunca sangrará el poema, cicatrizará
su herida y dará a luz la idea.
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