120
Un jabón para Eugenia
Desde que conocí a Eugenia
he tenido una obsesión con un jabón perfumado a Sándalo, el aroma de la armonía
espiritual que tiene el efecto purificador y sanador para el cuerpo, si es
untado, o del ambiente, si es quemado, un día lo usé como aromaterapia,
limpiando mi cuerpo, mi mente y mi espíritu, también limpié mi lugar, mi
templo.
EL árbol de sándalo a los
treinta años es maduro para su corte, y extremadamente exquisito si llega a los
cien, no es posible obtener su precioso duramen sin que el árbol muera, árbol
sagrado milenario de la india, su centro es su tesoro, una vez destilado su
aroma puede durar décadas, por eso es buena base para los otros perfumes, hasta
leí por ahí que es afrodisiaco masculino, para la frigidez y la impotencia
sexual, se presiona circularmente, con su aceite, sobre la parte superficial de
los ganglios, esencia que por ser natural es apta para todas las pieles, un
regenerador celular de los valles del cuerpo.
Entonces pensé que este
podría ser el mejor regalo para una mujer, o para cualquier hombre, niño o
abuelo, también para las madres. Viene en un empaque chino que, por el
analfabetismo que tengo de esa lengua, no entiendo ni una mandarina, está en un
valor de cinco mil pesos, allí no más, cerca al Parque Bolívar. “¡Apenas para
regalárselo a Eugenia!”, pensé con alegría.
Una tarde lo compré y se
lo entregué cuando nos vimos en la
librería de la universidad, y a los días siguientes que me quedé en su casa le
pedí el favor de que me prestara la ducha de su baño, y lo vi allí puesto en su
porcelana, lo tomé, lo confieso, primero sentí su aroma, miré su color magenta,
y sobre mis mejillas percibí su suavidad como un niño contemplativo, y detrás
del espejo de agua me lo unté con pasión por todo el cuerpo, era lo más cercano
que podía estar de ella, ya que por alguna razón me negaba ahora el amor de su
cuerpo. Me preguntó desde afuera del baño qué que era “esa demora en la ducha,
qué por qué no salía”; “ya estoy listo”, le dije. Y la verdad es que me había enamorado de ese
objeto que la contenía a toda ella, y es que el amor comienza por el olfato
como sucede en todos los animales.
Ahora que camino por la calle, sin saber de ella hace tiempo, paso por estas tiendas esotéricas, observo las vitrinas y me digo: “Quién tuviera cinco mil pesos y cambiarlos por uno de esos exquisitos jabones chinos”, que me lo empaquen con cuidado que yo lo cuido con el pensamiento, y llevármelo para mi ducha e imaginar que es ella que le ha dado por visitarme con su deleitable y aromado cuerpo, una mañana cualquiera y yo esté listo para ese baño.
____________
Texto: Diego Al. Gómez
Del libro, Memorias de un librero sin librería, (2019) inédito.
Sculpture of a female
figure, probably a yakshi (nature spirit). Mathura, India, around 200 AD
Imagen: Tomada de la publicidad de internet
***
Comentarios
Publicar un comentario