Me preguntas qué es la belleza mientras te bañas y
yo te respondo
La belleza, como al amor, no se le fuerza, no se le
puede acelerar en su proceso de fermentación en licor dulce.
La belleza no se come, ni se toca, pero sentirla en
lo más profundo del cuerpo es lo mejor. No puedo engullirme al sol, más este me
tiene abrazado el cuerpo, calienta mi alma, él me siente.
La belleza es algo que siempre se comparte, que está
allí a su libre albedrío, apreciarla no es poseerla, porque ella es casi
intocable, según sea el elemento en el que se adapte: es ella quien salta de pieza
en pieza, como un rompecabezas, y en ese salto deja su esencia para no ser una
estática momificada.
La belleza parece una mujer árabe, de ventanas
abiertas en los ojos y el deseo libre en el pensamiento, aquella piel rugosa
doblada en historias, en épocas y tiempos para que viva toda la memoria.
La belleza es el recuerdo y la enseñanza, apreciar
su telaraña en puntos de hilos y segundos es el camino.
Ella está ahí creciendo lenta ante la tierra, día a
día floreciendo en la consciencia de su Ser para engalanar así a los amigos, su
sólo nombre ya es insignia de alta costura en la solapa, una flor no se puede
acelerar, mucho menos doblegar a sus pétalos, eso sería traicionar al Sol, el
mismo que me visita cada mañana en mi ventana y en la noche se queda, dentro
mío, hallando el camino que lleva a los astros.
La belleza tiene un aroma especial y nadie nos
impide desarrollar el olfato, saber exactamente su momento de maduración.
La belleza es tu pie desnudo en el agua, ondeando
como un pez.
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Texto: Diego
Alexander Gómez
Imagen tomada de
internet.
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