Ligia

 

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Ligia, ¡qué paradoja es la vida!

Tú, vivías por ese callejón

falda abajo,

en la última morada

donde se escuchaba

el sonido del riachuelo

en el barrio de La quebrada arriba,

 

entonces yo bajaba

a visitarte para saber tu invierno,

y me contabas de la oscura casa,

de tu hija y la hija de tu hija.

 

Y ahora que te mudas de residencia,

subimos a tu jardín a visitarte,

todo lleno de luz,

allá,

en la colina del cementerio.

¡Qué ocurrencia la tuya irse a vivir a las estrellas!



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