Cumpleaños de mi Perro, Boris.
Nacido el 9 de abril del 2013
Después de la Semana Santa llega otro de los eventos más importantes del año para el mundo, cumple años el viejo BORIS, esta vez sumando 120 meses, recién cumplidos. Colombina, su mamá, donde quiera que esté debe estar feliz recordando a sus hijos, mirando las estrellas, y el Boris, aunque negrito, brilla como una de ellas, olvidando la vez que se comió una mariguana y se fue para el solar de la casa a conversar con unos aguacates, tocó bajarle uno y ponérselo al lado para que se entrara.
De cachorro lo pisó una moto y lo dejó
mueco, todavía lo está, si uno lo mira bien, le ve el vacío por donde fluye su
poesía, años después lo atropelló un carro y lo dejó 35 días sin poder caminar,
se arrastraba por el suelo, pero movía la cola, y hasta le conseguí unas ruedas
que se ajustan al cuerpo para que saliéramos por ahí, pero no hubo necesidad de
ponérsela porque se recuperó casi del todo, quedándole sólo un salto de cadera
que se le evidencia al correr.
Viajó a Medellín, estuvo en el aeropuerto de la UdeA, me guardó unas
drogas personales en el collar y estuvo en el Bloque 16, vendió libros, uno de Camus y uno
del Principito, comió de todos los fiambres de los estudiantes, les cantó su única
canción: "Soy un perro triste", recibió muchos besos y abrazos, también comida.
Se orinó en el edificio Coltejer, el vigilante me regañó, yo le dije que
yo a ese perro no lo conocía, que cómo le adhiere un amigo así a cualquiera,
"disculpe joven", me dijo. Ha mordido a 14 personas entre ellas
habitantes de calle, también a todos los de la casa que borrachos lo han
molestado, le gusta la poesía de Whitman los domingos y todo lo que tenga que
ver con perros y hamburguesas, también le gusta la canción Black dog de Led
Zeppelin y la música clásica de Mozart, ama a todas las mujeres que lo conocen
y ahí mismo lo acarician, se vuelve enamorado e intenso, yo no le he enseñado
esas cosas, pero mis amigas creen que sí, yo lo dejo, allá él, pero si toca decir que me
ha dañado varias cobijas cuando lo he dejado solo, feliz de la moña porque que nadie lo
vigila, y se orina en las noches, cuando todos duermen, sobre el plástico de mi
bicicleta estática con la que hago terapias, sí, así es mi perro, tiene una novela donde cuenta algunas historias de su vida, su mamá y
sus hermanaos, también me ha ayudado por medio de ella, a conseguir algunas
novias que también nos han abandonado, situación que suele sucederle sólo a cierta clase de perros, pero aún si se creen poetas.
También recuerdo la vez que le compré un collar de acero inoxidable que
lo protegía de otros perros, y lo dejé salir un rato y lo atracaron, arriba, por
los lados del cementerio, llegó asustado y sin cadena, dejó de salir tres días, y se quedó viendo telenovelas con mi mamá. La otra vez se perdió, y alguien
conocido me llamó, dijo que lo vieron caminando por el Parque de Rionegro, que
lo vieron orinándose sobre la base de la estatua de José María Córdoba, que
eran las dos de la mañana, y me lo mandaron en un Servicio Ejecutivo, acá llegó
feliz, moviendo la cola y mirando por la ventana, "son 7 mil pesos",
me dijo amablemente el conductor, me tocó pagarle de un libro que habíamos vendido.
En fin, tantas cosas, pero no podía dejar pasar este momento para
nombrarlo y darle vida con la palabra, que los dioses lo cuiden y que sea esto
un canto en letras, lo mínimo que se puede hacer frente a los beneficios de
tener un buen amigo.
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