LA LUZ
Estaba intentando
explicarle a mi perro, qué es la luz y para qué sirve.
“Mira Boris”, le
decía yo mientras prendía una veladora, “esto se llama luz, fuego, existe desde
los volcanes, desde el vientre de la tierra, y sirve para para apaciguar el
frío, para ver el camino, para cocinar, para orar, para imaginar. En la
cercanía puede hacer daño, quemar la piel, o encandilar la mirada, por eso no
es bueno besarle los labios.”
Boris mira atento
a mis palabras, al movimiento de mi mano que señala la luz, y continuaba yo con
el mensaje creyéndome un maestro iluminado; “la luz se encuentra en el
nacimiento, en la leche materna de nuestra madre, en la sonrisa blanca del
padre. La luz es el firmamento, el jugo del sol y el movimiento de las ramas.
También hay luces artificiales, las bombillas y las pantallas, la luz
eléctrica, los motores y los viajes en tren, en carros recargados”.
Boris me mira
como si yo fuera su maestro, entonces yo aprovecho esa nobleza, y me esfuerzo,
en decirle que “la luz es el alma vital del ser, creando sombras con su
movimiento, una mariposa, un niño que llora, una lluvia mañanera que refleja la
luz en sus cuerpos, y es la dimensión de aquel brillo en el pensamiento, el
motor que se mueve adentro, pujando el corazón, iluminando su maquinaria
sentimental".
Boris, gira sobre
su propio cuerpo, deja las patas levantadas en el aire, respira y cierra los
ojos, y lentamente se va durmiendo, o hace el que se duerme, pero sigue
escuchándome a lo lejos, sumergido en el oscuro vacío de su sueño mientras las
sombras de la noche lo van guiando por su mente, no tiene pierde, pue mi
veladora encendida y mis palabras son su collar de luz y su camino.
Imagen: Boris en la casa de Madre.
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