Versos de agosto - 1980


¡Alegría! ¡Alegría!
¡Estoy vivo! Hoy cumplo años, treinta y siete, dicen.
He querido engañar a mis amigos virtuales diciendo que son ciento doce.¡No estoy tan viejo! “¡Treinta y siete años, y aún no he nacido”!
Intento parirme a mí mismo desde este tronco, butaca de librería.
Me duelen las piernas, las manos, la cadera, toda... y parte del vientre. ¡Casi nazco amigos! ¡Voy descendiendo lento por el útero de la vida! No llevo nombre, me llamaran por mi oficio: fabulador de ideas, inventor de cosas inútiles, Librero de pasillo. Astronauta del futuro.    
Voy como letras derramadas por el espacio, y mis amigos: los libros, con la paciencia del silencio, me reciben con un viento de hoja, y cantos para la vida. Se van abriendo, uno a uno, como con el viento, en la página treinta siete. "¡Ah, una cábala!", me digo: "¡Mi horóscopo, mi regocijo, mi consuelo!"

Miremos;
Jorge Isaac me habla del primer beso con su prima, que por un extraño deseo se había recostado entre su cuello.
Gibran me recuerda que “el dolor interior puede llegar a ser una perla extraordinaria.”
Borges me dice que “el universo requiere la eternidad” y para ello se fundó las palabras “creación y conservar”.
Rojas Herazo me aconseja que olvide a Lydia, que deje, que se pierda 
con sus cocuyos en las manos, a los lejos como un barco taciturno. 
Y más adelante me dice que "Si hemos de morir algún día que nos acompañe la musa dela risa” ¡Como una hermosa dama!, me prefijo. Y así cada quien es súbdito de su deseo, de su amor por él, por todo lo que gira en esta gran explosión de la vida. 
Mercedes Carranza me dice, en la página anterior, como si también tuviera que dejar algo.
--Señor Alexander, “eleva una oración por los muertos que yacen con el pecho oprimido bajo la tierra”. Luego en la página treinta siete, la misma de todos los libros, me dice:
--Señor Alexander, “Si quiere amor, que siga sus antojos”
Y me adentro en el vacío oscuro de mi universo buscando la puerta de mis deseos, mis antojos mundanos. Y me pregunto, ¿qué quiero yo?, ¡casi un santo abandonado a su deriva!. Y brilla algo a lo lejos, bajo la sombra de la pregunta, como un nido de trigo fresco, se escucha un canto de wayra, el sonido de río. Aquella música se lleva toda mi atención.
¿Qué ser precioso y extraño se oculta tímido ante mis ojos? parece  la cola de un zorro, ¿o será la liviandad de una guacamaya que pasa? ¿Los colores brillantes de un pez? ¡Será a caso el ondear del cabello de una mujer que oculta su rostro tras de los muros de la biblioteca? 
Destellos, pequeñas porciones de átomos místicos se presentan entre el viento. ¡Qué placentero es nacer por el espacio! Yo, hoy veinticinco de agosto. ¡Happy! ¡Happy! ¡Bukowski me ha embriagado!

Ricardo Reis me dice; “Sigue tu destino, riega tus plantas, ama tus rosas. El resto es la sombra de árboles ajenos… los dioses son dioses porque no piensan”

Brindo por mí, por mis amigos, por mi madre, por todos mis ancestros.
Por mis hermanos, y por mi perro Boris, más famoso que el nuevo Papa. Brindo por estos símbolos como palabras, versos, libros, e imágenes que decoran  y me tejen el pensamiento.
¡Brindo por ti ma femme! 
¡Qué bello es estar vivo! ¡Y cantarnos a cada tanto, unos a los otros! En este día, voy, voy naciendo por el camino.




 
El Sueño (1910)
Del pintor Francés Henri Rousseau (1844 - 1910)

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